El diario de una reportera: viaje de aeropuerto durante la pandemia

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Read in English: Reporter’s Notebook: Pandemic air travel is weird

Traducido por Ethan Wilson y revisado por Diego Calderón

Kenzie Holbrook, izquierda, y su prima Katlin Bott toman un foto antes del despegue de su vuelo. (Kenzie Holbrook)

Nota del editor: La periodista Kenzie Holbrook viajó de Salt Lake City a Phoenix el 20 de mayo. 

Suelo emocionarme al ir a los aeropuertos porque puedo viajar a lugares emocionantes. Normalmente están llenos de gente y me encanta el ambiente activo. Hay algo acerca de la prisa de la gente que me hace sentir feliz. Pero esta vez fue diferente. 

No estoy seguro si era el hecho de estar cansada por haberme quedado despierta hasta muy tarde la noche anterior, o si era lo diferente que es el mundo ahora, pero cuando llegué al aeropuerto, algo se me hacía extraño, era una mañana muy lúgubre. 

La única vez que había visto un aeropuerto así de vacío era o muy temprano o muy tarde. Eran alrededor de las 10:30 de la mañana cuando llegué al aeropuerto, y casi no había nadie ahí. La última vez que estuve en el aeropuerto internacional de Salt Lake City, tuve que esperar en una fila de seguridad que parecía extenderse casi una milla. Esta vez, apenas tuve que esperar. 

El aeropuerto internacional de Salt Lake City se encuentra mayormente vacío. (Kenzie Holbrook)

Al llegar a la sala de salida, vi que había una cantidad sorprendente de gente. Los asientos de nuestra sala estaban casi todos ocupados, así que nos tocó sentarnos en los asientos de otra sala. Aunque los asientos de nuestra sala estaban llenos, abundaba espacio libre en las otras salas. 

Aunque el área cerca de las salas me resultaba familiar, había una cosa que lo hacía diferente; todos llevaban tapabocas. 

Un pasabordo de Frontier Airlines se lee: “Se requiere tapabocas para abordar.” (Kenzie Holbrook)

Miré a mi pasabordo y me di cuenta que decía: “se requiere tapabocas para abordar”. Me chocó ahí mismo, y me dió muy duro. El mundo ha cambiado por completo, vivimos en un mundo muy diferente al de hace unos meses. 

Nunca me imaginaba un día en el que se me requiriera llevar algo que me tapara la boca para poder abordar un vuelo nacional. Aunque ya era normal, me seguía pareciendo algo extraño. Cuando todos llevan tapabocas, se hace imposible ver las sonrisas de la gente. Comienzo a preguntarme si es parte de la razón por la cual el día me parecía tan lúgubre. 

Al esperar en la sala, miraba a los pasajeros que comenzaban el abordaje. Vi a un hombre en la fila que no llevaba tapabocas. Le presté mucha atención al verle acercarse a la puerta. Me inquietaba ver si le iban a dejar abordar aún sin tapabocas. Al verlo llegar, el trabajador de la puerta le dijo algo que le hizo voltear y parar a un lado. 

Al acercarme al abordaje, vi que le pasó lo mismo a otro hombre. No llevaba tapabocas y le pidieron que se hiciera a un lado. Abordé el avión sin complicaciones ya que llevaba tapabocas. De nuevo, cuando subí al avión, era extraño mirar a mi alrededor y ver las bocas y las narices de la gente tapadas. Aún así no habían caras sonrientes.

Todos los pasajeros llevaban tapabocas, y los auxiliares de vuelo también llevaban guantes. (Kenzie Holbrook)

Típicamente al subirme a un avión me colocaron en el peor asiento, al que todos temen — el asiento del medio. Pero esta vez fue diferente, no es solo que no fui asignado al medio, pero es que no había casi nadie en el vuelo. 

Hubieron algunas filas llenas que tenían a una persona en el asiento del medio, pero casi todos tenían a alguien en el asiento de la ventana y otro en el asiento del pasillo. Por tanto que no me guste estar en el asiento del medio, me di cuenta que el tener a personas a tu lado es algo consolador. Esta vez, no tenía nadie a mi lado.

Algunos tal vez lo vean como algo bueno no tener que esperar en una fila de seguridad, no tener que preocuparse por estar asignado al asiento del medio, y no ver multitudes de personas como lo verían típicamente en el aeropuerto. En parte estoy de acuerdo, esas cosas pueden ser buenas. Pero lo que me impactó ese día mientras viajaba es que nada puede reemplazar la interacción y conexión humana. 

Nada puede reemplazar la sonrisa sincera que alguién le da a un desconocido. Nada puede reemplazar el poder conocer al desconocido que está sentado a tu lado. Pero de repente, esas cosas no estaban y fueron reemplazadas por el distanciamiento social. Las cosas que antes hacían del aeropuerto un lugar emocionante, no existen por el momento. 

Pude notar una diferencia, extrañaba la interacción con la gente y ver a otros sonreír. Creo que es lo que hizo que ese día en el aeropuerto fuera tan lúgubre, no fue solamente porque estaba cansada por no haber dormido lo suficiente la noche anterior. Lo peor de todo esto no fue que el día se me hacía extraño, sino que me di cuenta que habrían muchos más días en el aeropuerto que serían así como este. 

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